28 julio, 2008

Swingers e Identidad

Por Elsa Lever

Partiendo del concepto de que la identidad colectiva resulta de las relaciones de los individuos entre sí dentro de un grupo o de un colectivo social, he considerado hablar sobre un grupo que, en apariencia, carece de toda trascendencia política o social, pues un solo fin parece ser su única motivación de integración: el erotismo. Me refiero al grupo conformado por los swingers, “población erótica” con sus preferencias específicas, cuyos gustos, menciona J. Weeks, pueden aplicarse únicamente a la minoría de una minoría, como los sadomasoquistas, pedófilos, travestis y prostitutas.
Considero que los swingers poseen una identidad como “agrupación erótica” porque ser swinger es una elección. Entendidos como individuos que gustan del intercambio de parejas, que poseen sus normas, reglas y ritos, este grupo social trastoca enormes mitos relacionados con la construcción social del género.
Es decir, vistos como una minoría amoral, a la que no le importa compartir sexualmente a su pareja con otros u otras; los swingers enfrentan, y confrontan, los mitos creados sobre cómo deben ser en la intimidad los hombres, las mujeres y la vida en pareja.

Me explico: Sobre los hombres y mujeres pesa la construcción social de su género, donde la sexualidad y el ejercicio de ésta incide de manera vital. A los hombres se les ha enseñado históricamente que sólo ellos pueden mantener encuentros sexuales extrapareja; a las mujeres se les ha enseñado que es inmoral tener placer sexual; y para la vida en pareja se ha asignado históricamente la fidelidad y la privacidad.Para “ser” swinger, en cambio, es necesario deshacerse de estos pre-juicios. Ni los hombres son dueños de las mujeres (y menos de su sexualidad); ni las mujeres son “indecentes” por sentir deseo sexual; ni las parejas constituidas como tales cometen “infidelidad” (porque es con pleno consentimiento de cada uno), ni la humanidad está en pecado por desear a la mujer del prójimo o al hombre de la prójima.

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